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El órgano de pedales.


Hace algunos años estuvo en boga, en el pináculo de la revista musical de los evangélicos, un tema que ayer resonaba en mi musical sentido cuando revisaba el material que usaría en este escrito.

“Hay cosas que yo no comprendo
Y lugares hay do nunca ire´…”

Personalizaré estas palabras, saludando a su desconocido creador, para iniciar estas cavilaciones que, es posible que ustedes puedan leer posteriormente.
Se puede decir que mi vida se circunscribe en el ámbito geográfico de dos estados de nuestra bolivariana República: El sur de Monagas y el norte de Bolívar. Una vez fui al centro del país pero ya no lo recuerdo… o fue un sueño… Lo cierto es que en esos pocos kilómetros de mi mediana existencia puedo decir como el autor del mencionado tema, que existen cosas y lugares que desconozco, sabores que no probaré, paisajes que nunca veré y “La Traviata” de Verdi, la cual nunca disfrutaré en vivo, es decir, sonidos que mis oídos nunca percibirán. Pero dejando a un lado mis quejumbrantes cavilaciones, luego puedo aseverar que hay muchas cosas que si he visto, y me he reído…
Mi maestro de armonía en el conservatorio, expresaba que la música era como la vida misma, que no había nada mas humano que ella. Otros dicen que la música es la única creación divina hecha por el hombre, yo particularmente disto de esta apología. Era válida en mi mansa opinión hasta que a un mono urbano se le ocurrió crear el Reggaeton, pero no divagaré esta vez…
Nos enseñaba el académico, que esta, la música, era pura o contaminada, que podía llevarte a niveles de excelsa belleza o arrastrarte en la basura mas excretante de la condición humana… al escribir esto no puedo sino mas que asociar estas palabras al reggaeton. En fin , al punto.
Desde niño estuve involucrado en los movimientos musicales de la floreciente iglesia cristiano-evangélica, aun cuando en esta solo se permitía el uso del sacrosanto órgano de pedales… hasta los actuales días donde en las iglesias se ufanan por alardear en los show de adoración difundidos hasta por la televisión por suscripción, artilugios especializados de ultima generación, alta factura y tecnología de vanguardia los cuales, si se interrumpe el fluido eléctrico para nada aprovechan, y hay que suspender los cultos porque es una opción inaceptable recurrir a la olvidada guitarra clásica y acompañada con el popular instrumento de percusión de Orff, eso si, no sin antes recolectar las ofrendas y contribuciones del día pues al ser reestablecido el servicio y en consecuencia el acto religioso… volverlas a recolectar.
Pero debo detenerme en esto del Órgano de Pedales ya que alguno de ustedes, especialmente los jóvenes iconoclastas, no estarán al corriente.
Nada parecido a los instrumentos de hoy. Era una pequeña caja de color madera misteriosamente atractiva. Aquel modelo era levemente mas grande a una urna pequeña, solo que tenia la altura de un piano de 0,70 a 1,20 mts. Y no poseía sino unas pocas octavas, diría yo cuatro o cinco. Lo mas curioso era que el sonido no se producía por generador de sonido alguno ni siquiera por las antiguas VÁLVULAS DE FLEMING pequeños artefactos parecidos a unas glándulas mamarias alargadas (bulbos) con un bombillito adentro que nunca se terminaba de encender, estos eran colocados dentro de los aparatos eléctricos; sino por el paso de un flujo de aire a través de ciertos conductos con boquillas que a su vez eran enviados desde un pequeño fuelle alimentado por el movimiento continuo de sendos pedales que el mismo organista accionaba afanosamente al ejecutar el pintoresco instrumento. El organista de turno (conocí por lo menos 3 en aquella iglesia de mi niñez) aparte de buen músico debía contar con excelente salud y desempeño cardíaco pues la ejecución del instrumento exigía una inmejorable aptitud física así como un inmenso deseo de servicio.
Mi propia hermana ejecutaba con maestría el instrumento en cuestión y recuerdo que luego que terminaba el servicio dominical, caía en un profundo letargo, producto del titánico esfuerzo que constituía accionar aquel dispositivo, casi en estado catatónico que se le prolongaba hasta bien entrada la tarde pues debía prepararse para el culto de la noche. (Debo aclarar que en aquellos buenos tiempos había servicios en la mañana y en la noche y algo mas increíble: El pastor predicaba ambos sermones)
Era un reto ver y digno de admiración distinguir a mi pobre hermana pedaleando con frenesí pues para adicionarle dificultad a la trama, aquel fuelle tenía una fuga de aire la cual los improvisados técnicos habían tratado de reparar con reiterados esfuerzos al intentar sellar la fuga con una pasta de jabón azul pero esta medida paliatoria extrema, tal vez tendría resultados admisibles en el radiador recalentado de un vehiculo de la época, pero en el ámbito técnico del instrumental musical su implante era poco efectivo, de manera que lo único que le restaba al músico era pedalear con tal tesón como si con ello fuese a evitar el juicio final de la humanidad entera. El esfuerzo hecho por mi hermana los días domingos en ambas sesiones hubiese bastado para llegar holgadamente en los primeros lugares en el Tour de Francia, máxima prueba ciclística del mundo. Pero eso si, aquellas chicas podían lucir sus trajes de baño sin un ápice del terror de las féminas de hoy: La celulitis.
Musicalmente hablando, y escribiendo con fidelidad, era realmente impresionante ver a los mencionados instrumentistas ejecutar con maestría piezas similares al “Largo de Xerxes” del sin par Heandel, característica por su lentísimo movimiento, cuando al mismo tiempo pedaleaba a una velocidad atroz como llevando el ritmo del merengue dominicano mas callejero. Todavía no consigo comprender como lograban la amalgama de esos dos tiempos y esa inmejorable ejecución simultanea. He hecho ejercicios de rítmica y métrica de cierta dificultad y en algunos casos he tenido que echar mano de cuanta musicalidad poseo para poder aprovechar la lección pero nada comparado a aquellos admirados músicos que en mi niñez pude apreciar.
En cambio hoy día veo a nuestros músicos en la iglesia que llegan cual cirujanos plásticos a punto de intervenir en su sala de operaciones, todos con una memoria USB exhibiendo cual tiene mas capacidad en GB, pulsan un botón y arranca una secuencia midi que bajaron de la red (de manera ilegal) la noche anterior mientras ellos mismos “doblan” su ejecución, todo esto, para la honra y gloria…, los mas genuinos, utilizan al portatone y con el leve y amigable toque de un dedo ejecutan todas las armonías de la pieza, armonías que ni el mismísimo Oscar Peterson ejecutaría en vivo, ya que los “loops” de los programas musicales asumen la tonalidad sugerida y hasta pueden mejorarlas con inversiones, “Intros y Ending” y variaciones hasta de siete niveles en la percusión con un toque sencillo a los controles interactivos del teclado, además del maravilloso conmutador mágico “Transpose” y en el "display" del Workstation la letra del tema interpretado para no olvidar la lírica, cuatro generadores de efectos e indicadores led para cada tecla a fin de saber cual tocar y en cual momento.
Estos musiquillos no hubiesen podido sacar el mas leve chirrido de aquel sacro-santo órgano de pedales de la iglesia “Luz del Mundo” en Maturín.
Continuará…



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Mi hermano amado, que bueno saber que tienes un blog, que interesante lo del organo de pedales es fantastico, Dios te bendiga siempre mi hermano querido!
Espero ver mas cosas interesantes em tu blog, estaré atento, ya que tienes un potencial increible.
Fuerte abrazo! Tu siempre hermano e amigo Carlos Freitas.

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